¿Qué ocurre cuando intentamos seguir todos esos patrones culturales de “sentarse bien”, “comer a tiempo”, “no hacer ruido” o “saludar sin invadir”?
De pronto, esos protocolos se sienten inalcanzables. Nos vemos observados por otros, con la incómoda sensación de ser juzgados por no “saber educar bien”.
La llamada crianza respetuosa se vuelve entonces un concepto confuso. ¿Qué significa realmente? ¿Dónde está el límite entre el respeto, la firmeza y el cansancio?
Mientras tanto, nuestros hijos e hijas siguen creciendo, con sus propias necesidades, emociones y formas de ver el mundo. Vivimos inmersos en su universo, pero cuando salimos a la comunidad, la realidad nos confronta con miradas externas, expectativas y juicios.
El proceso de criar es profundamente complejo. Tiene momentos de armonía y otros de caos; días en que todo fluye y días en que parece que nada alcanza.
A veces contamos con redes de apoyo que sostienen y contienen, pero en otras ocasiones ocurre lo contrario: comentarios que lastiman, consejos que presionan, comparaciones que agotan.
Y ahí surge una pregunta clave:
¿Cómo te sientes, mamá?
¿Cómo te sientes, papá?
¿Sientes que te desbordas?
Pedir ayuda no es signo de debilidad, sino de consciencia.
La respuesta a “¿cuándo pedirla?” podría ser simple: todo el tiempo.
Porque criar es una tarea compartida y, cuando la vivimos en soledad, puede volverse una fuente constante de frustración.
Añadir comentario
Comentarios